Revista Chile Forestal N° 396, octubre - noviembre 2020

12 / Chile Forestal favorecer la explotación minera, deforestación que fue facilitada por medio del privilegio “Denuncio de Bosques” otorgado por el reino de España a los dueños de minas (Camus, 2006). Posteriormente, continuó en la zona central, producto de la necesidad de incorporar más suelos a la producción de trigo (principalmente para exportación), y con la roza a fuego de los bosques sureños -inducida por el proceso de colonización-, actividad que fuera prohibiéndose en forma paulatina, a través de varios cuerpos legales y que tuvo como consecuencia enormes extensiones deforestadas y con serios problemas de erosión. En el siglo XIX científicos de la época comprobaron que la deforestación era la principal causa de la erosión de suelos, situación que generó la necesidad de conservar los ecosistemas nativos del país y dio pie a la creación de la primera Reserva Nacional a principios del siglo XX (1907; Otero, 2006). Desde los años 70, se inicia el establecimiento de masas forestales para el control de la erosión y se fomenta la actividad forestal. Como resultado de este proceso de cambio en el uso del suelo, el actual paisaje forestal del centro-sur de Chile se restringe a las zonas de montaña, constituido por áreas de conservación de ecosistemas nativos y plantaciones forestales; hacia el sur, las plantaciones forestales están reemplazando bosques nativos y pastizales incluso en el valle central (Heilmayr et al., 2016). Debidoasucomposiciónyestructura, laproliferación de las plantaciones forestales está alterando de manera significativa el régimen histórico de incendios en nuestro territorio (Gómez-González et al. 2019). Mayoritariamente son monoespecíficas, de pino insigne ( Pinus radiata ), eucalipto ( Eucalyptus sp. ) o, en menor cantidad, aromo ( Acacia melanoxylon ). Estas especies son altamente inflamables, dado que provienen de ecosistemas donde el fuego es una perturbación natural, por lo que incluso requieren de los incendios para su regeneración (i.e., son especies pirófitas; Keeley et al. 2012). En cuanto a su configuración en el paisaje, las plantaciones forestales son extensas y con alta conectividad. De este modo, tanto la estructura como la composición de las plantaciones forestales favorece la propagación del fuego, incluso en condiciones meteorológicas y topográficas estándar (Fernandes et al. 2016). Los megaincendios ocurridos en 2017 en el centro- sur de Chile nos dejaron una trágica y fuerte evidencia de ello. De las 520.000 hectáreas afectadas, el 55% correspondió a plantaciones forestales, el 20% a bosque nativo y el 7% a terrenos con cultivos agrícolas (CONAF, 2017). Cuando se considera el área quemada de los diferentes usos del suelo en relación al área total que estos ocupan en el territorio, se concluye que el fuego “prefirió” las plantaciones a otros usos (Pausas & Paula, 2017; Fig. 1). Dado el contexto actual de cambio climático, donde el incremento de las temperaturas y de la sequía favorecerán aún más la frecuencia y Figura 1. Áreas quemadas según tipos de uso del suelo (plantaciones, bosque nativo, matorral+pastos, y áreas agrícolas) en relación a la cobertura disponible en las re- giones de Valparaíso (V), Metropolitana (RM), O’Higgins (VI) y Maule (VII). Valores positivos de los residuos estan- darizados significan que el fuego ha preferido ese tipo de uso (se ha quemado más de lo esperado por su superficie total), mientras que los valores negativos indican que el fuego tiende a evitar ese tipo de uso. Extraído de Pausas y Paula (2017).

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